
“… la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios…”
Karl von Clausewitz
De acuerdo con el Índice Global de Paz 2024 realizado por el Instituto para la Economía y la Paz[1] (Institute for Economics & Peace) se documentan 56 conflictos armados en el mundo. Se resalta la invasión de Rusia a Ucrania, la ocupación israelí de la franja de Gaza y las guerras civiles en Sri Lanka y Siria, por solo mencionar los principales. Si se suma a esto la lucha económica promovida por Donald Trump con la imposición de aranceles a 185 países y su discurso injerencista en varias regiones del planeta, este contexto permite pensar en el preámbulo de la III Guerra Mundial, aunque para algunos especialistas en geopolítica y analistas, esto ya forma parte de la propia guerra.
Independientemente de la postura que se tenga al respecto, es necesario decir que la política de guerra, no sólo militar, sino también económica, tecnológica y cultural; responde al nuevo reparto del mundo entre las principales potencias: Estados Unidos, Rusia y China. Estos países se disputan diversas regiones por el control de recursos naturales (tierra, agua, bosques, montes) y minerales (oro, plata, litio, etc.) que les abastezcan de los elementos necesarios para continuar con la reproducción del sistema, sin importarles el deterioro ambiental o el asesinato de miles de hombres, mujeres e infancias.
Dos ejemplos de esto es el apoyo militar que anunció Reino Unido “a Ucrania por más de 580 millones de dólares, mientras los aliados occidentales se reúnen para preparar un paquete de ayuda por 21 mil millones más para armas y municiones para la ex república soviética, en momentos en que Steve Witkoff, enviado de Trump, regresó a Rusia para negociar un acuerdo de paz”.[2] El segundo caso es el genocidio contra el pueblo Palestino; el ejército de Israel “se apoderó de 30 por ciento del territorio de la franja de Gaza desde que reanudó sus acciones militares en marzo, después de declarar nuevas zonas de seguridad en el norte y el sur del enclave, mientras continúa el desplazamiento de decenas de miles de gazatíes en una nueva estrategia para aumentar la presión sobre Hamas y que libere a los rehenes que faltan”.[3]
Para el caso de nuestro país y de América Latina, debemos poner atención a las políticas de Estados Unidos. La deportación de miles de migrantes, el cambio de nombre al Golfo de México, la amenaza de una posible invasión con el pretexto de los cárteles de la droga y el envió de tropas al Canal de Panamá, son medidas que tienen un propósito injerencista en el continente para mantenerlo sometido y a su servicio dentro de su plan imperialista.
En este contexto, existe un crecimiento de grupos, organizaciones y dirigentes políticos en todo el mundo que apoyan y reproducen las políticas y el discurso fascista de Donald Trump. En Europa podemos mencionar el avance de la Alianza Conservadora en Alemania y de la Agrupación Nacional en Francia. Para América Latina nos encontramos con el ascenso de gobiernos de derecha como el de Javier Milei en Argentina; Nayib Bukele en El Salvador y la reciente reelección de Daniel Noboa en Ecuador.
A pesar del ascenso del fascismo, las luchas de los pueblos del mundo no se detienen. Conductores de transporte público y de carga que exigen seguridad y mejores condiciones de trabajo en Bolivia, Perú y México; protestas por el sistema de jubilaciones y pensiones en Francia, Argentina y nuestro país; más de 100,000 manifestantes exigiendo vivienda en 40 ciudades de España; miles de personas que condenan el genocidio en Gaza; así como la lucha revolucionaria encabezada por partidos y organizaciones comunistas en Turquía, India, Filipinas y Bangladesh, principalmente.
Y aunque encontramos una gran diversidad de demandas y formas de organización en estas luchas, las hermana un enemigo único: el capitalismo. Ese sistema causante de la devastación ambiental que ocasiona el cambio climático, de la opresión a las minorías étnicas, de la reproducción del patriarcado y el machismo, de la explotación de la mano de obra en el campo y las ciudades, del incremento en el consumo de todo tipo de drogas y del exterminio de naciones enteras, es el que ahora propicia las guerras imperialistas para reactivar la economía y superar la crisis económica en que se encuentra inmerso.
Ante la amenaza de las guerras provocadas por los intereses económicos de las grandes potencias y de sus clases dominantes, el único camino que les queda a los pueblos oprimidos del mundo es la organización y la lucha para detener la barbarie y la masacre. Hoy más que nunca es necesario enarbolar el internacionalismo proletario y la solidaridad de clase en apoyo a las movilizaciones justas.
¡Viva la resistencia de los pueblos y naciones del mundo!
¡Viva la solidaridad de clase!
¡Viva el internacionalismo proletario!
[1] El informe completo puede consultarse en https://www.economicsandpeace.org/wp-content/uploads/2024/06/GPI-2024-web.pdf
[2] https://www.jornada.com.mx/2025/04/12/mundo/020n1mun
[3] https://www.jornada.com.mx/2025/04/16/mundo/024n1mun